martes, 12 de mayo de 2020

REUNIÓN FAMILIAR



                            
                               REUNIÓN FAMILIAR
Isolina estira la masa, la espolvorea con harina y vuelve a estirar. Así una y otra vez. Debe quedar bien finita. Está preparando “casonsei” una especie de ravioles grandes, típicos de la región de Bérgamo. Un aroma delicioso de salsa con hongos, se mezcla con la del pavo relleno que se cocina en el horno. Hacía mucho tiempo que no se reunía toda la familia, la última vez fue cuando murió su marido, hace cuatro años.
Pero hoy es un día de festejo. Habrá mucha alegría. La mujer se emociona, seca con la punta del delantal las lágrimas que corren por el rostro ajado de tantos años de trabajo al sol, en los arrozales.
Hoy estarán sus cuatro hijos: Livia y Nadia que viven en Milán vendrán con los maridos y los niños. Traerán el postre, un tiramisú.  Hasta Aldo pudo viajar, llegó anoche desde Suiza donde se radicó hace varios años
Hace unos días el gobernador anunció que la pandemia se ha retirado y ha levantado el confinamiento en esta zona que fue la más castigada.
Mauro, el menor, está recuperado, volvió muy débil del hospital de Lovere. La neumonía que sufrió fue gravísima. Gracias a Don Giuseppe, el cura párroco que le donó el respirador, salvó su vida, pero el sacerdote murió.
Isolina es una mujer muy devota. Nunca logró que Mauro fuera a misa. Desde que tomó la Primera Comunión nunca más pisó la iglesia. Ella espera que este gesto de inmenso amor del sacerdote le devuelva la fe y lo acerque a Dios.
Están todos alrededor de la mesa saboreando el almuerzo. Conversan alegres. Se acercan a saludar dos hermanos de Isolina: Rita y Franco y se unen al alborozo.
La mujer mira a todos, uno por uno. Está tan conmovida que casi no puede comer. Le parece imposible tanta alegría después de tanto dolor. El pecho se le oprime.
De pronto, unos gritos que asustan: ¡Isolina! ¡Mauroooo! ¡Isolina! ¡Maurooo!
Todos corren hacia afuera a ver qué sucede. Asomados a las puertas, las ventanas, los balcones, los vecinos alzan sus copas y Federico, el tenor que vive en la esquina comienza a cantar el Brindis de la Traviata




                          
 

2 comentarios:

  1. bellisimo lo publicado y emocionante hasta las lagrimas

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  2. Gracias, el hecho es muy conmovedor. Me pone feliz que haya podido transmitir la emoción.

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